Ya era el segundo día que Marta y yo habíamos conseguido rescatar algo de tiempo de nuestra rutina de trabajo. Estábamos empezando a saber a dónde dirigirnos por primera vez en estos años. Quizás no la primera, para ser sincero, pero sí con la mayor confianza. Lo cierto es que no parecía a priori una tarea difícil, al menos cuando formulamos la primera pregunta al aire. Concretamente fui yo – “Marta, ¿si fuéramos propietarios como nos gustaría que se gestionara nuestra comunidad?”.
Lo bueno de esta profesión es que también somos dueños de una vivienda, y podemos sentir lo mismo que nuestros clientes. Pues bien, en pocos minutos ya teníamos elaborada una pequeña lista de mejoras o beneficios para el propietario. Muchas de ellas habían surgido de reclamaciones que, durante este tiempo habíamos tenido, otras de nuestra curtida experiencia, y otras, incluso de nuestra intuición. Nunca hay que descartar este sentido en los negocios, o eso siempre había pensado yo.
Algunas de ellas, en cierto modo ya las teníamos puestas en práctica, aunque no de la manera que esta nueva meta nos exigía. Todo era mejorable, todo era modificable y desde luego no había espacio para el conformismo en este despacho con aire fresco.
Esta primera lista, donde quisimos reflejar todo lo que al propietario le importa, dejaba intuir hacía donde debían dirigirse nuestros esfuerzos.
- Que sepa cuando se convoca una junta y tenga acceso a las actas.
- Que conozca si debe dinero en cualquier momento.
- Que tenga confianza en su administrador.
- Que pueda tener acceso a documentación de la comunidad.
- Que sepa si devuelve algún recibo.
- Que sepa dónde se gasta el dinero en su comunidad.
- Que sepa cuándo tiene que pagar los recibo y el importe de los mismos.
- Que pueda ponerse en contacto con su administrador a cualquier hora.
- Que tenga una respuesta rápida frente a incidencias.
- Que las cuentas que se le entreguen estén claras y sean entendibles.
- Que la morosidad sea baja.
- Que se pague poco.
- Que se mantenga su comunidad.
Lo que era evidente es que el propietario solicitaba mucha información. Cada vez quería saber más de la comunidad y de sus propiedades. Ya no se conforman con que una vez al año les entregues las cuentas y no les hayas pedido una derrama. En una de las charlas a las que suelo acudir en el Colegio de Administradores, un ponente con muchos años de experiencia, indicaba que era más difícil administrar ahora que años atrás. Los motivos a los que aludía eran dos. El primero a la exigencia global que habita en la sociedad, y el segundo, a la competencia entre profesionales.
El segundo lo había podido ver con mis propios ojos, varios despachos comparten el mismo barrio. Teníamos encima de la mesa muchas mejoras, pero ahora faltaba integrarlas en el despacho.