En nuestra comunidad tenemos perfiles de todas las clases: informáticos, profesores, bailarines, músicos. «La verdad es que es bastante artística«, relata Sara, vecina del ático A. Ella se mudó el año pasado, fue la última en llegar y lo primero que le pasó nada más aterrizar allí fue que le tocó ser presidenta. «¡Qué locura la presidencia!, aunque francamente creía que sería peor por todo lo que estoy acostumbrada a ver en televisión en series como Aquí no hay quien Viva o La que se avecina. Nada que ver, los vecinos son un encanto y los ruidos no suponen un inconveniente la mayoría de veces».
Marta pensaba que la presidencia de una comunidad era algo mucho más tedioso pero cuando le tocó celebrar su primera junta y comprobó para su sorpresa que contaba con la ayuda del administrador de fincas, que le asesoraba y le acompañaba en todo momento se quedó mucho más tranquila. «Apoya todas las decisiones que tomo y me enseña cómo comunicárselo a los vecinos para que estos se queden más tranquilos, aunque el día que nos toque aprobar una derrama no sé qué haremos.»
Le preguntamos si existe un índice de morosidad en su comunidad y nos dice que no han tenido nunca ningún percance de impagos por parte de los propietarios, «porque todos son gente humilde y honrada y están al día de las cuotas«, exclama. Y, añade, «me preocupan más las revisiones técnicas del edificio, el ascensor, las zonas comunes, la contratación de los proveedores, porque si ellos fallan al final a quien se te echan encima es a ti, pero de momento no hemos tenido ningún problema».
Por lo que cuentas parece una comunidad idílica, ¿cuál ha sido la situación más singular con la que te has topado desde que llegaste? «Nada que no se pueda contar», dice. «Algunos gritos de las parejas que conviven en el edificio, que estaban en mitad de una discusión y se han podido escuchar más de la cuenta porque las paredes son de papel y una vez tuvimos una fuga en la piscina y convoque mi primera junta para solventar la crisis», explica.
Aún así, sin episodios especialmente conflictivos ni vecinos agotadores, a Sara se le hace cuesta arriba una cosa, la gestión de la comunidad. «Aunque trato de delegar en el administrador de fincas hay que reconocer que es una tarea complicada y hay que actualizarse, leer mucho y conocer todos los posibles problemas que puedan aparecer. En este sentido, creo que una aplicación móvil, como las que hay para gestión de recursos humanos, sería una opción ideal para controlar el estado de las cuentas de la comunidad y estar en contacto con el resto de propietarios. Se podría», concluye.